jueves, 8 de enero de 2015

La triste herencia de la ministra Mato

@BobEstropajo

En fechas recientes dimitió la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, salpicada por uno de los casos de corrupción que carcomen a su partido. Ha sido una dimisión esperada y reclamada por todos, excepto por los suyos, desde hace tiempo, aunque no sólo por el motivo que finalmente la ha provocado sino, y con todo merecimiento, por la desastrosa gestión que ha realizado en su departamento.

De entre todas las nefastas actuaciones que ha promovido, seguramente ninguna sea tan demoledora contra los derechos elementales de las personas  y contra el sistema sanitario que la promulgación del RD 16/2012 que ha terminado de facto con la universalidad de la atención sanitaria en España, sustituyendo un sistema  basado en el derecho a la salud para todos los ciudadanos por otro que lo restringe al aseguramiento, excluyendo por ello a más de 800.000 personas de la atención sanitaria normalizada.
Los recortes aplicados en el sistema sanitario, en servicios sociales y en dependencia por la Sra. Mato y por las CCAA gobernadas por el PP han sido brutales: solo en el primero, el gasto medio per cápita disminuyó casi un 2% anual en el periodo 2009 a 2012, continuando el declive en ese último año, mientras que en el periodo 2000 a 2009 se había incrementado anualmente un 4%. El Estado español invierte, por tanto, en cada ciudadano al año para su atención de salud unos mil euros menos que en Francia o Alemania, lo que equivale a un 45% por debajo (2.200 euros frente a 3.200), según acaba de publicar el servicio de estudios de la OCDE en el interesante informe titulado “Health at a Glance:  Europe 2014” que está disponible en su página web.

Estos recortes se complementan en perjuicio del ciudadano con medidas tales como el repago de medicamentos y servicios sanitarios y el llamado “medicamentazo”, que ha excluido de la financiación pública a decenas de medicamentos de uso habitual. Según un informe reciente de Cruz Roja más del 35% de las personas que atienden sus voluntarios no han podido acceder a un medicamento o servicio sanitario esencial para su salud en el último año por no poder pagarlo, por lo que esta gran hazaña de la Sra. Mato se traduce en que muchas personas quedan excluidas de hecho de la atención de salud, además de los cientos de miles que ha dejado sin tarjeta sanitaria.
El impulso a la privatización del sistema sanitario ha sido otra de sus marcas de identidad, cuestión en la que han sido muy aplicadas algunas administraciones gobernadas por su partido, como las CCAA  de Madrid, Valencia, Baleares, Galicia  o Castilla La Mancha. El enorme rechazo profesional y ciudadano desatado contra esa estrategia de desmantelamiento del sistema sanitario provocó que la ministra no tuviera más remedio que abandonarla, aunque solo en apariencia, pasando de lo que podemos llamar maniobra del “elefante en la cacharrería”, especialmente en Madrid donde gobierna la facción del PP que podemos denominar  “derecha sin complejos”,  a otra más sibilina que se construye en la actualidad a través de un sistema privatizador denominado Unidades de Gestión Clínica.

La guinda a tan terrible cronología la deben poner sus desastrosas gestiones de la crisis del Ébola y del acceso a la medicación curativa de los infectados por el virus de la hepatitis C, limitada tras la negociación con el laboratorio fabricante, a una mínima parte de las personas afectadas, quienes, para mayor escarnio, se infectaron hace años en el propio sistema sanitario.

Una de las pocas voces que se ha atrevido, sin pudor, a loar su gestión, ha sido la de una diputada del PP, ¿quién si no?, que declaró en televisión que gracias a todas estas iniciativas se había evitado la bancarrota del sistema. ¿De verdad? Y si fuera cierto, lo que no parece a la luz de los datos y los acontecimientos,  ¿qué tiene de meritoria la gestión de quien, para pagar las facturas, echa de casa a una parte notoria de los miembros de su familia y pone a pan y agua al resto?  Son, eso sí, los nefastos argumentos de la reforma constitucional exprés del último gobierno del PSOE que tanto daño ha hecho a la ciudadanía y al propio partido impulsor de la misma. Y la gran excusa que encuentra el gobierno actual para imponer su ideología aún sin criterios objetivos de necesidad contra  los derechos elementales de las personas.

Un día tras otro conocemos datos que nos ilustran sobre el enorme crecimiento de la pobreza y la desigualdad en España. Crecen ambas y el dato más reciente de los conocidos es el que nos informa de que la diferencia entre lo que posee el 10% más rico de la población de España frente al 10% más pobre ha pasado de 8,4 a 13,8 veces más entre 2007 y 2011. Tales datos nos informan no solo de la magnitud de la injusticia sino también del vergonzoso mérito que ostentamos de ser el país donde más creció esta desigualdad de toda la OCDE.

La desigualdad crece porque las políticas que se desarrollan en nuestro país en los últimos años castigan a los más débiles mientras premian a los poderosos. Multitud de ellas lo hacen directamente, y  la reforma laboral quizás sea una de las que más contribuyen a ello, y otras minan los mecanismos de amortiguación. Las desigualdades en la salud en nuestro país eran hasta ahora mucho más moderadas porque el sistema sanitario, que era universal, gratuito, justo, equitativo y de calidad, o sea, público, amortiguaba los efectos nocivos de las dispares condiciones de vida de los ciudadanos. La política de demolición del mismo que con tanto afán ha desempeñado la ministra Mato tendrá sus dramáticas consecuencias en la merma del bienestar de muchos españoles y en la agudización de las desigualdades también en la salud.

Triste herencia la de la ministra. Ojalá se pudiera subsanar cuanto antes.  Pero  parece que para ello habrá que esperar a que llegue otro gobierno. No es probable que el nuevo ministro, valedor de todas estas políticas y de otras tan deletéreas en el Congreso de los Diputados, vaya a ser la garantía del necesario cambio de rumbo que la sociedad española reclama ya con urgencia.


Manuel Díaz Olalla

(Publicado en la Revista "Temas para el Debate", nº 242-243, Enero 2015)

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